Marina : mi transitar por el rugby o el tránsitar del rugby en mí

1 mars 2023


Texto inédito para Ballast | Série « Au quotidien le sport »

Durante las reu­niones femi­nis­tas cele­bra­das en Gijón, Asturias (España), cono­ci­mos a Marina, una joven argen­ti­na que vino a Europa impul­sa­da por su deseo de via­jar y mejo­rar sus habi­li­dades : Marina es juga­do­ra de rug­by. Y en Argentina es « un jue­go de hombres ». Ahora jue­ga en Holanda, en el RUS, un club exclu­si­va­mente feme­ni­no y acti­vis­ta, mien­tras hace tra­ba­jillos y estu­dia. Del rug­by a siete al rug­by quince, de su club local a los clubes de afi­cio­na­dos, aún mejor dota­dos, de apren­der a pla­car a jugar en los llu­vio­sos par­ti­dos del norte de Europa, Marina ha vis­to muchos países y muchos cam­pos en los últi­mos años. Lesionada en la mano, apro­ve­cha este repo­so impues­to para confiar­nos este tes­ti­mo­nio : vuelve sobre lo que debe a este deporte de equi­po, y sobre lo que sacó de él desde un pun­to de vis­ta más personal.


Cuándo la gente me pre­gun­ta con curio­si­dad y a veces has­ta con asom­bro : ¿cómo empe­zaste a jugar al rug­by?, sue­lo tomarme un momen­to para respon­der. Porque esa pre­gun­ta me remon­ta a mucho antes de que yo hubiese dado un « sí » ante la pro­pues­ta para empe­zar a jugar. Lo que pasa es que no pue­do evi­tar recor­dar las veces que por acci­dente pasa­ba un canal de deportes en la TV y esta­ban esos enormes hombres-cis chocán­dose entre sí de una for­ma agre­si­va e hip­no­ti­zante. Y para ser hones­ta, las pier­nas que des­fi­la­ban en los cor­tos shorts de rug­by se lle­va­ban toda mi admi­ra­ción. En la Argentina en que me crié, jugar al rug­by era cosa de hombres per­for­man­do mas­cu­li­ni­dades hegemó­ni­cas, de clase media y eli­tis­ta. La pri­me­ra vez que escu­ché que una chi­ca juga­ba rug­by, esta­ba en la pis­ci­na donde entrená­ba­mos para ser guar­da­vi­das. Ella comentó de for­ma muy casual que se había las­ti­ma­do en un par­ti­do de rug­by. Me que­dé pro­ce­san­do esa infor­ma­ción… – ¿rug­by?, le dije. Y quise saber todo de eso. ¿Cómo es que una chi­ca jue­ga ese deporte ? ¡Yo tam­bién quie­ro!. Aunque sería difí­cil com­pa­gi­nar­lo con los entre­na­mien­tos de guar­da­vi­das que esta­ba hacien­do en ese entonces. Más ade­lante cuan­do ya había ter­mi­na­do mis entre­na­mien­tos. Me había ido a la uni­ver­si­dad y me que­dé char­lan­do con un ami­go que juga­ba rug­by. Me comentó que su club había abier­to una cate­goría feme­ni­na y me invitó a par­ti­ci­par. Yo inme­dia­ta­mente le dije que sí.

Los entre­na­mien­tos empe­za­ron con muchas chi­cas que nun­ca había­mos juga­do, se nos enseñó todo desde lo más bási­co. Reglas del jue­go, téc­ni­cas de pase, tackles… Oh ! Los tackles. ¿cómo es ? hay que ir cor­rien­do detrás (o de frente) a la per­so­na del equi­po rival que tiene la pelo­ta y tirar­la al sue­lo para recu­pe­rar­la. Ajá. Esto es lo que nece­si­ta­ba en mi vida. Una mez­cla de emo­ción, adre­na­li­na, incer­ti­dumbre ante eso que esta­ba expe­ri­men­tan­do. El pri­mer entre­na­mien­to de tackles lo hici­mos un día de llu­via en una can­cha que era com­ple­ta­mente bar­ro colo­ra­do, un tinte potente que confor­ma el sue­lo de Misiones. Anteriormente había hecho artes mar­ciales, ya tenía cier­ta expe­rien­cia confrontán­dome con otras cuer­pas. En jiu jit­su bra­si­leño y clases de defen­sa per­so­nal me habían enseña­do a tirar gente al sue­lo. Los equi­pos mas­cu­li­nos del club CCCM se carac­te­ri­za­ban por ser bue­nos en la defen­sa y hacien­do tackles. Los entre­na­dores1 ponían mucho énfa­sis en las téc­ni­cas de tackle : mirar a la cin­tu­ra de tu rival, avan­zar a la per­so­na sin que­darte a espe­rar que la per­so­na avance hacia vos (bue­na enseñan­za para la vida, dicho sea de paso), apoyar con el hom­bro y trac­cio­nar con los bra­zos, seguir cor­rien­do mien­tras se lle­va a cabo la acción, « abra­zar » a la per­so­na has­ta que ambas se cai­gan al piso.

« En la Argentina en que me crié, jugar al rug­by era cosa de hombres per­for­man­do mas­cu­li­ni­dades hegemó­ni­cas, de clase media y elitista. »

Los pri­me­ros par­ti­dos fue­ron situa­ciones de der­ro­tas constantes. Es que éra­mos las más nue­vas e inex­per­tas de la liga Misionera. Sin embar­go, podría ser que los pun­tajes no estu­vie­ran de nues­tro lado, pero la diver­sión, la adre­na­li­na y lo inve­rosí­mil de estar jugan­do ese deporte si que lo esta­ban. Con cada par­ti­do mejorá­ba­mos tan­to como equi­po como indi­vi­dual­mente. A mi se me daban muy bien las car­re­ras rápi­das, los tackles, reci­bir pelo­tas de aire, pasar­la. En for­ma simultá­nea empe­za­ba a enca­riñarme al deporte, así como de las per­so­nas que lo prac­ti­ca­ban jun­to a mí. Era un espa­cio dife­rente de los que había habi­ta­do antes, un lugar donde no se me juz­ga­ba mi agre­si­vi­dad, sino que se cele­bra­ba. Donde los cuer­pos-mentes grandes y no hegemó­ni­cos eran bien­ve­nides y nece­sa­rios. Donde podía com­par­tir con gente, jugar, cele­brar y ejer­ci­tar ¡todo al mis­mo tiem­po ! En algu­nos días llu­vio­sos y fríos de entre­no o de estar exhaus­ta des­pués de cor­rer los siete minu­tos más lar­gos e inten­sos de mi his­to­ria2. Se aso­ma­ba la pre­gun­ta : ¿por qué hago esto ? ¿hay nece­si­dad de estar expo­nién­dome a esta situa­ción?, ¿quie­ro seguir par­tién­dome los dedos al medio ? Esas pre­gun­tas, que si bien impor­tantes de hacerse, solían encon­trar una pron­ta respuesta. 

Jugar al rug­by me hacía más feliz, tenía sen­ti­do expo­nerme a los lados menos alegres cuan­do mira­ba la foto com­ple­ta. Porque al final aquel­lo que te da ale­gría, o un sabor más dulce a tu vida, even­tual­mente tam­bién te va a las­ti­mar de algu­na for­ma. Querer evi­tar todo dolor, a nivel físi­co, emo­cio­nal o espi­ri­tual, ter­mi­na sien­do un len­to y triste cami­no a un sin­sen­ti­do que te ter­mi­na dañan­do más que todo lo ante­rior. Cuando quie­ro envol­verme en un papel de esos bur­bu­jeantes para no gol­pearme, ter­mi­no inmó­vil, en un lim­bo de agonía mucho más grande que cual­quier dedo roto o mús­cu­los con more­tones azules y dolores mez­cla­dos de pla­cer por el par­ti­do juga­do. Con el tiem­po el com­pro­mi­so por la equi­pa se hizo mayor y los resul­ta­dos en la can­cha empe­za­ban a mejo­rar. Yo me des­ta­ca­ba como una bue­na juga­do­ra y me dedi­ca­ba a mejo­rar mis skills siempre que pudie­ra, me gus­ta­ba empe­zar tem­pra­no o que­darme des­pués de entre­nar para jugar con la pelo­ta. Pases, pata­das, recep­ciones de pelo­tas que vola­ban muy en lo alto. Que pla­cen­te­ro agen­ciar y pre­sen­ciar las trans­for­ma­ciones y apren­di­zajes de la cuer­pa. Cómo una pata­da de drop3, que parecía la tarea más impo­sible de la exis­ten­cia, empe­za­ba a trans­for­marse en una posibilidad.

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Durante toda mi vida he soña­do con irme a recor­rer otros lados del mun­do, las his­to­rias de mi padre via­jan­do de mochi­le­ro por India en su juven­tud, o mi pri­ma que cada vez que sabía de ella esta­ba habi­tan­do otro rincón del pla­ne­ta, eran anéc­do­tas que me lle­na­ban de ilu­sión. Algún día yo querría hacer como elles, recor­rer, des­cu­brir, apren­der de otras cultu­ras. Vivir en otros lados. Ese sueño siempre estu­vo conmi­go, solo nece­si­ta­ba sen­tirme lo « sufi­cien­te­mente adul­ta » y « capa­ci­ta­da » para lar­garme a empren­der mis aven­tu­ras via­je­ras. Supuse que el momen­to lle­garía cuan­do ter­mi­na­ra la uni­ver­si­dad. Así que tomé la deci­sión de que des­pués de reci­birme, mi momen­to de irme iba a lle­gar. Cuando esta­ba ter­mi­nan­do mis estu­dios en psi­co­pe­da­gogía, apli­qué para hacer un volun­ta­ria­do de apren­di­zaje basa­do en el ser­vi­cio social en Israel lla­ma­do « Yahel ». Y si se pre­gun­tan mi razón de ele­gir ese lugar, resul­ta que una parte de mi fami­lia es de ori­gen judío, por lo que Israel esta­ba pre­sente en el ima­gi­na­rio fami­liar. Algunes fami­liares habían vivi­do o hecho volun­ta­ria­dos allí, por lo que creí que era un paso más estable para irme a vivir fue­ra del Argentina por pri­me­ra vez. 

Para mí, hacer un volun­ta­ria­do era una for­ma de cono­cer mejor a la gente, a la vez que devolvía a la socie­dad (del mun­do) un poco de todos los pri­vi­le­gios que me rodea­ron durante mi vida. Muchos años des­pués y miran­do en retros­pec­ti­va, me doy cuen­ta de todo lo que igno­ra­ba sobre la his­to­ria colo­nial de la región. Confieso que sien­to que nece­si­to jus­ti­fi­car mi elec­ción de haber ido allí, o posi­cio­narme explí­ci­ta­mente con res­pec­to a lo que sucede en Israel y Palestina. Sin embar­go, no me sien­to capa­ci­ta­da para hacer­lo, hay gente que dedi­ca su vida a com­pren­der, divul­gar, hacer acti­vis­mo y sobre­vi­vir esos ter­ri­to­rios. Por eso pre­fie­ro abs­te­nerse de opi­nar en este escri­to. Incluso antes de ser acep­ta­da al volun­ta­ria­do, ya había inves­ti­ga­do los equi­pos de rug­by de allí. Me sentí espe­cial­mente atraí­da por una equi­pa lla­ma­da « Amazons » de Tel Aviv. Les escribí para pedir infor­ma­ción y pre­gun­tar si me podía incor­po­rar, me dije­ron que sí. Antes de que el volun­ta­ria­do comen­za­ra me fui a Israel para expe­ri­men­tar la vida en un “Kibutz”, que son comu­ni­dades rurales basa­das en ideo­logías socia­lis­tas. Cuando lle­gué a Tel Aviv fui a la ofi­ci­na de Kibbutz a pre­gun­tar dónde me podía ir, me die­ron una lis­ta y ter­mi­né optan­do por uno que que­da­ba en Galilea. Al lle­gar me lle­va­ron a la casa de les volun­ta­ries, me encon­tré con per­so­nas de muchos lugares del mun­do, inclui­dos para mi ale­gría, varios países de Abya Yala. Estando allí pude ir a un entre­na­mien­to de rug­by con el equi­po local, pero a cau­sa de la gran dis­tan­cia e inac­ce­si­bi­li­dad del Kibutz a la can­cha, tuve que suspenderlo. 

« Recuerdo mis pri­me­ras impre­siones, las condi­ciones eran muy dife­rentes, este equi­po tenía otro nivel econó­mi­co y orga­ni­za­ti­vo a lo que yo había conocido. »

Unos meses des­pués me mudé a Lod para comen­zar el volun­ta­ria­do de cam­bio social. Mi ser­vi­cio a la comu­ni­dad consis­tió prin­ci­pal­mente en enseñar acti­vi­dades depor­ti­vas. Cada sema­na iba a una escue­la reli­gio­sa para niñas para enseñarles a jugar rug­by. La gran mayoría no sabía que era este deporte, pero no tar­da­ron en entu­sias­marse por jugar con una argen­ti­na que no habla­ba hebreo y con quién ten­drían que prac­ti­car sus habi­li­dades de mími­ca, inter­pre­ta­ción y len­guaje de señas. En algu­nos cur­sos habían estu­diantes que habla­ban inglés y me ayu­da­ban con la tra­duc­ción. Era evi­dente la ale­gría de las niñas cuan­do prac­ti­ca­mos el deporte y cuan­do nota­ban sus mejo­ras, habían quienes querían que­darse a jugar más allá del hora­rio. Recuerdo cuan­do empe­za­mos a prac­ti­car tackles, al prin­ci­pio me costó expli­car el concep­to de que había que tirar alguien al piso, yo esta­ba expec­tante a ver como las y les niñes iban a reac­cio­nar. Una de mis gra­ti­fi­cantes y alegres memo­rias están en esos días, sus caras que irra­dia­ban una mez­cla de asom­bro, ale­gría e incre­du­li­dad y eufo­ria des­pués de hacer sus pri­me­ros tackles me hacían sen­tir que la misión del día esta­ba cum­pli­da. Gran parte de ellas no esta­ba habi­tua­da a per­mi­tir una libre expre­sión de su agre­si­vi­dad, porque su contex­to esco­lar-fami­liar y social se encar­ga­ban de dejar cla­ro cómo era la for­ma « cor­rec­ta » de per­fo­mar su género. 

Conjuntamente a la gran expe­rien­cia de entre­nar niñas, me uní a Amazons TLV. Tenía que via­jar como una hora y media para lle­gar a los entre­na­mien­tos, irme en bici a la esta­ción de tren y lue­go en bici a la can­cha y vice­ver­sa. Pero no había can­san­cio físi­co y men­tal que me impi­die­ran lle­gar a entre­nar y apren­der de juga­do­ras con más expe­rien­cia que yo. Aprendí mucho más allá del rug­by. Encontré per­so­nas mara­villo­sas con quienes me hice amigue y quienes me ayu­da­ron a hacer que mi expe­rien­cia en otro país, fue­ra más aco­ge­do­ra y emo­cio­nante. Recuerdo mis pri­me­ras impre­siones, las condi­ciones eran muy dife­rentes, este equi­po tenía otro nivel econó­mi­co y orga­ni­za­ti­vo a lo que yo había cono­ci­do. Viajar a los tor­neos y com­prar equi­pa­mien­to no pare­cie­ra impli­car un desafío mone­ta­rio como pasa­ba en Misiones. Nos podía­mos enfo­car en jugar y mejo­rar nues­tras habi­li­dades. Me deja­ba pen­san­do cuán dife­rente es contar con los recur­sos, ojalá el deporte feme­ni­no en Misiones conta­ra con más apoyo para que todas/es las que qui­sie­ran pudie­sen acce­der a la can­cha y entre­nar con mate­riales en buen estado.

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El nue­vo equi­po tenía muchas carac­terís­ti­cas que lo hacían emo­cio­nante, había una sen­sa­ción queer-les­bi­ca-bi que me atraía como un coli­brí a una flor. Como una chi­ca bisexual cria­da en una socie­dad LGBTI+ excluyente, no me solía encon­trar con este tipo de pobla­ción. Es por eso que, de repente encon­trarme en un paraí­so queer fue la respues­ta a lo que yo esta­ba bus­can­do. La equi­pa tenía mucha expe­rien­cia y se toma­ban el tiem­po de expli­carme las juga­das y detalles téc­ni­cos del jue­go. Muy pron­to empe­cé a com­pe­tir con elles, me pusie­ron wing (que es la per­so­na rápi­da que corre por los late­rales). Partido a par­ti­do los tries4 fluían con más faci­li­dad y me convertí en una juga­do­ra valio­sa para la equi­pa, y la equi­pa una parte valio­sa de mi vida. Debido a mi nece­si­dad expo­ra­to­ria constante, decidí que quería seguir mi viaje de recor­rer el mun­do. No sabía a dónde quería ir, pero des­pués de casi dos años empe­cé a extra­ñar la tier­ra Misionera, mis amigues y fami­lia. Quedarme o irme iba a ser dolo­ro­so, porque había construi­do una bel­la vida, entre amigues de rug­by y de volun­ta­ria­do. Claro que las vidas nun­ca son como las cuen­tas per­fec­tas de Instagram, o como las revis­tas para mujeres que te dicen « como vivir ». La vida es un infi­ni­to espec­tro de grises, donde el dolor está per­ma­nen­te­mente latente. 

Decidí vol­ver a Misiones para des­can­sar en mi nido y deter­mi­nar el próxi­mo des­ti­no al que volar. Después de mi vuel­ta, fue sho­ckeante des­cu­brir lo mucho que había cam­bia­do todo desde que me fuí. Para bien y para mal. También fue un len­to pro­ce­so re-cono­cer a mi gente que­ri­da, pro­ce­sos que cos­ta­ron y no se resol­vie­ron como una espe­raría. Esos días habían pasa­do con mucha nebli­na, se sentía raro acep­tar que la vida sin Una conti­nua­ba, mi ego se sin­tió tack­lea­do por dos juga­do­ras al mis­mo tiem­po. Mi áni­mo esta­ba por los pisos y mi medi­ci­na verde (por­ri­to, maría, can­na­bis), en vez de ale­grarme la exis­ten­cia, empezó a crear una visión más bor­ro­sa del uni­ver­so. Mi inca­pa­ci­dad de acep­tar todos los due­los que esta­ba vivien­do, y la angus­tia que me aque­ja­ban, me lle­va­ron a que­rer eli­mi­nar lo que sentía. Ya sabe­mos que así no fun­cio­na, los pro­ble­mas no se disuel­ven en la nebli­na. Como bue­na argen­ti­na, decidí que quería irme a España. La fan­tasía de muches com­pa­trio­tas, el rei­no con más diá­spo­ra argen­ti­na del mun­do. Todavía no supero decir la pala­bra rei­no, ni su vigen­cia. Bueno, llegó el momen­to de irme a Barcelona. Rápido, para conti­nuar con mi moda­li­dad evi­ta­to­ria, sin sen­tarme por un minu­to a revi­sarme por aden­tro y pro­ce­sar mi dolor, se me había olvi­da­do como hacer eso por ese entonces.

« Después de unos meses en la gran­ja, me quise ir de allí. Los tra­ba­jos eran for­za­dos y explotadores. »

Me esta­ba yen­do a Inglaterra. Mi her­ma­no esta­ba vivien­do allá en aquel momen­to, al menos tenía a alguien cono­ci­do. El invier­no era muy cru­do, oscu­recía a las 3 o 4 pm, ama­necía tarde y los días eran oscu­ros. La fal­ta de luz era como una rece­ta para la deses­pe­ra­ción. Me fui a pro­bar en un par de clubes, me que­dé entre­nan­do en uno donde pron­ta­mente me acep­ta­ron para jugar un par­ti­do. Yo tenía muy poca noción de lo que esta­ba pasan­do, el tema es que elles no juga­ban 7s, juga­ban XV. Una moda­li­dad com­ple­ta­mente dife­rente de rug­by. Ya no había que cor­rer ace­le­ra­da­mente por 7 minu­tos, sino que había que estar 40 minu­tos. Gran parte de ellos espe­ran­do en una esqui­na el mila­gro de que te llegue la pelo­ta. La can­cha parecía más un ring de lucha en el lodo que un sue­lo con cés­ped. La sen­sa­ción del par­ti­do era como cami­nar en dulce de leche (o cara­me­lo, para quien no entien­da la ana­logía), era como que­rer cor­rer en are­na move­di­za en chan­clas. Bueno, ter­mi­no con los ejem­plos. Y para com­ple­tar la pin­tu­ra, llovía y hacía frío. Diría que el par­ti­do fue una expe­rien­cia… inter­esante. Luego vino la pan­de­mia y mi reciente vida en Londres y el tra­ba­jo de bar­ten­der que había conse­gui­do se veían en ries­go. Así que des­pués de un tiem­po y gra­cias a un chi­co que conocí en Tinder, decidí irme a una gran­ja para vivir y tra­ba­jar allí. Era una for­ma de estar en contac­to con los bosques, otra gente y de tener tra­ba­jo. Los equi­pos depor­ti­vos esta­ban impo­si­bi­li­ta­dos de entre­nar, pero el rug­by nun­ca se ale­jó de mi mente. Seguía entre­nan­do, me iba a cor­rer al bosque, hacía ejer­ci­cios de calis­te­nia y todo lo que estu­vie­ra a mi alcance, para estar lis­ta para jugar, cuan­do las condi­ciones lo posibilitaran.

Después de unos meses en la gran­ja, me quise ir de allí. Los tra­ba­jos eran for­za­dos y explo­ta­dores (redun­dante decir). Fuimos a la ciu­dad Birmingham con mi com­pañe­ro de ese momen­to. Y cla­ro, lo pri­me­ro que hice fue ir a jugar cuan­do los clubes abrie­ron. No era como en Misiones ni como en Tel Aviv. En vez de trans­pi­rar y que­marme del sol. Me que­ma­ba el frío y mis dedos perdían movi­li­dad. Igual fue emo­cio­nante vol­ver a la can­cha, cono­cer chi­cas. No había com­pe­ti­ciones por algu­nas medi­das de segu­ri­dad que seguían en el país. Yo empe­cé a cues­tio­narme, una vez más, qué quería hacer de mi vida. Estaba tra­ba­jan­do como lim­pia­do­ra de esta­ciones de ser­vi­cio, via­ja­ba por Inglaterra y Gales para lim­piar las esta­ciones, casi todas las noches dormía en una ciu­dad dife­rente. Y, si bien eso era entre­te­ni­do porque lle­ga­ba a cono­cer lugares, tam­bién era muy can­sa­dor. Mi cuer­pa, con sus mara­villo­sas mani­fes­ta­ciones psi­co­somá­ti­cas, me dijo (me dije) que algo tenía que cam­biar. Empecé tera­pia y recor­dé que era impor­tante tra­tar de hacer lo que yo qui­sie­ra, reco­no­cer mi deseo y cor­res­pon­derle. Hacía muchos años que tenía el sueño, la fan­tasía de estu­diar un más­ter en estu­dios de géne­ros. Pero no creía que estu­vie­ra pre­pa­ra­da para hacer­lo. Se veía fue­ra de mi alcance. Un clá­si­co patrón de per­so­nas socia­li­za­das como mujeres, para hacer­nos más fun­cio­nales al sis­te­ma patriar­cal. Porque si estoy inse­gu­ra, y creo que nun­ca soy sufi­ciente, voy a fre­narme ante mi deseo. Sacarnos la posi­bi­li­dad de desear, eso es lo que quie­ren. ¿Quiénes?. Los que se bene­fi­cian con el patriar­ca­do, bolu­da — me respondí. 

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Mientras la tera­pia hacía efec­to, empe­cé a hacerme la idea de hacer un más­ter en estu­dios de géne­ro. Encontré un pro­gra­ma que parecía muy inter­esante lla­ma­do GEMMA, que com­bi­na dos uni­ver­si­dades de dis­tin­tos países de Europa. Yo puse en mis pre­fe­ren­cias que quería ir a España, para empe­zar a estu­diar en español y lue­go ir a otro lado. Me asi­gna­ron la Ciudad de Oviedo para el pri­mer año y Utrecht, en Holanda para el segun­do. En Oviedo me uní a un equi­po de la ciu­dad, lla­ma­do por la ciu­dad homó­ni­ma. Ahí empe­cé a entre­nar para jugar a XV, yo me sentía bas­tante per­di­da porque todavía no me acos­tum­bra­ba a jugar en esa moda­li­dad. Allí me enseña­ron a jugar de esa for­ma y pron­ta­mente empe­za­ron los par­ti­dos. Siempre ten­go la sen­sa­ción de que los par­ti­dos empie­zan dema­sia­do pron­to, a veces no me sien­to pre­pa­ra­da antes de jugar un par­ti­do. Bueno, la mayoría de las veces. ¿Cómo estar pre­pa­rade para seme­jante expe­rien­cia?. No hay muchas cosas en la vida que se ase­me­jen a jugar al rug­by. Ir cor­rien­do detrás de alguien para hacerle un tackle, o a la línea de try mien­tras otres tra­tan de lle­varte al sue­lo con todas sus fuer­zas, hacer un try, la conexión con las com­pañe­ras que te cubren y pro­te­gen en la can­cha. Son expe­rien­cias, como decir­lo… ¡úni­cas, supremas !

Jugué casi toda la tem­po­ra­da, al tiem­po que iba a la uni­ver­si­dad y me hice un bel­lo gru­po de amigues y per­so­nas muy espe­ciales. Oviedo se parecía un poco a Inglaterra, en mate­ria de cli­ma porque solía llo­ver y estar nubla­do, aunque algu­nos días eran muy her­mo­sos. Abundaba la natu­ra­le­za y el color verde. Asturias y los alre­de­dores tenían pai­sajes inigua­lables. También había cosas que me hacían rui­do de estar allí, ima­gi­no que cada lugar tiene sus incon­ve­nientes. Sentí que durante la tem­po­ra­da aprendí muchas cosas, tan­to del jue­go, el deporte, como de mí mis­ma. Salimos cam­peo­nas de la región, lo cual fue muy recon­for­tante. Después de eso me mudé a Holanda, y me uní a un club con cate­gorías feme­ni­nas y queer. Es la pri­me­ra vez que jue­go en un club confor­ma­do exclu­si­va­mente por mujeres y disi­den­cias. Somos las pro­ta­go­nis­tas de la esce­na, no hay que dis­pu­tar con un equi­po mas­cu­li­no que tine más recur­sos, mejores hora­rios, más aten­ción. Además, tie­nen un gran nivel orga­ni­za­ti­vo, nun­ca había vis­to algo así. Hasta hay gente que se encar­ga de orga­ni­zar fies­tas y reu­niones sociales. Tuve el pla­cer de incor­po­rarme a RUS, entre­nar dos veces por sema­nas y jugar algu­nos fines de sema­na. Sentí que la equi­pa tenía valores impor­tantes para mí y una comu­ni­dad diver­sa y abier­ta­mente pro LGBTIQ+. La equi­pa tiene una filo­sofía donde el respe­to pri­ma en las rela­ciones entre todes, algo evi­den­te­mente fun­da­men­tal. Tuve la suerte de jugar con elles por tres par­ti­dos y me llenó de ale­gría y calor cuan­do me eli­gie­ron como « Mujer del par­ti­do » en todos ellos. (No me tomé el tiem­po de expli­carles que estoy tra­tan­do de cues­tio­narme la cateo­gría impues­ta de “mujer”). Los par­ti­dos fue­ron emo­cio­nantes y diver­ti­dos, me sentía en sin­tonía con mis com­pañe­ras en la can­cha ¡y has­ta hice algu­nos tries !

El ter­ce­ro de los par­ti­dos estu­vo espe­cial­mente difí­cil, hacía frío, pero mucho frío. El pri­mer tiem­po fue com­pli­ca­do, pero pasó. La equi­pa adver­sa­ria era muy bue­na y esta­ba domi­nan­do el par­ti­do, así que nos tocó poner­nos la 10 en la defen­sa. Algunos tackles se que­da­ron en mi memo­ria cere­bral y mus­cu­lar. Eso es lo lin­do, jugar un deporte te trae una ale­gría, unas expe­rien­cias espe­ran­za­do­ras. El segun­do tiem­po se puso todavía más difí­cil, llovía, hacía como 7 gra­dos, mis manos y pies se esta­ban conge­lan­do, la esta­ba pasan­do mal. Traté de empu­jarme por sobre mis límites. Y algo suce­dió que me dejó asus­ta­da, mi dedo esta­ba roto. Ya me había que­bra­do casi todos mis dedos ante­rior­mente. Una fija­ción con las manos, eh… Pero esta vez era dife­rente, esta­ba muy roto. Me lle­va­ron al hos­pi­tal y resultó ser que se había par­ti­do en tan­tos peda­zos, que mi bel­lo dedo iba a nece­si­tar cirugía. La cirugía fue bien, pero emo­cio­nal­mente dura. Las lesiones siempre lo son, asus­tan, son un recor­da­to­rio de lo per­ece­de­ro de la vida. Una vez, una entre­na­do­ra que tuve me dijo que el rug­by no lo es todo en la vida, esas agri­dulces pala­bras resu­ci­tan en cada desi­lu­ción rugbís­ti­ca. A veces le doy la razón y otras me rehu­so a creerle. Casi siempre en ese orden. A par­tir del suce­so con mi anu­lar dere­cho, no fui más a entre­nar, todavía no pue­do expo­ner mi dedo a seme­jantes esfue­zos. Además acá ya es invier­no, hace muy pocos gra­dos. Estoy espe­ran­do a que las condi­ciones sean más ami­gables para vol­ver a entre­nar con mi equi­pa, porque el rug­by no será todo en la vida, pero como la mejora. 


Photographies de ban­nière et de vignette : Rugby-shots


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  1. Utilizo el mas­cu­li­no gené­ri­co porque las per­so­nas a car­go de entre­nar­nos se iden­ti­fi­ca­ban como hombres cis.[]
  2. En la moda­li­dad de rug­by 7s, hay dos tiem­pos de siente minu­tos. Con un total de 14 minu­tos por par­ti­do.[]
  3. Una pata­da de drop es cuan­do se hace picar la ova­la­da en el sue­lo y lue­go se la patea por los aires, gene­ral­mente para el inicio de jue­go en la « sali­da de mitad de can­cha » o en 7s para conver­tir los puntes en los postes que se lla­man « hache » (por su for­ma simi­lar a esta letra).[]
  4. Así se lla­man los « pun­tos » que se hacen cuan­do una juga­do­ra apoya la pelo­ta tras la línea de try de la equi­pa contra­ria.[]

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